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Foto del escritorRicardo Birck

Valores: la clave para la realización y el crecimiento personal

Tienes miles de valores, ¡sí, miles! La mayoría de la gente se sorprende con esto. Esto se debe a que nuestro concepto común de «valores» suele limitarse a elevados ideales como la bondad o la honradez. Aunque son importantes, no son más que la punta del iceberg. La verdad es que tus valores van mucho más allá de las ideas abstractas y se extienden al mundo tangible y cotidiano que te rodea. No entender esto limita tu capacidad para experimentar plenamente tus valores, dejando sin explotar el potencial de alegría y realización personal en la vida. ¿Entonces, qué son exactamente esos miles de valores? 


Woman water plants
Foto por Jane Thomson no Unsplash

¿Qué es exactamente un valor?


Para empezar, tienes que darte cuenta de que estás rodeado de valores. Un valor es algo que buscas o que ya tienes, sea material o espiritual, que hace que tu vida sea mejor.


Tómate un momento para mirar a tu alrededor. Fíjate en las innumerables cosas materiales de tu entorno inmediato que contribuyen a tu bienestar. Por ejemplo, cuando miro a mi alrededor, veo el ordenador que utilizo para trabajar, una herramienta esencial para la productividad y la creatividad. El ordenador está en un soporte que lo mantiene a la altura de los ojos, protegiendo mi postura y evitando el dolor de espalda. El teclado me permite escribir, mientras que los auriculares me permiten escuchar música sin molestar a mi mujer, que comparte este espacio conmigo.


La cómoda silla en la que estoy sentado me sirve de apoyo durante largas horas, y el escritorio que hay debajo proporciona una base estable para mi configuración de trabajo. El aire acondicionado garantiza que la habitación se mantenga a una temperatura agradable, y mi taza contiene el café que me da energía. Incluso aprecio la vista tan verde desde mi ventana y los propios árboles.


Las personas también son un valor para mí: mi mujer y mis hijas, mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis alumnos, el personal del colegio de mis hijas, el personal de mi condominio, los entrenadores del gimnasio, etc.


Pero no sólo las cosas físicas (incluidas las personas) que nos rodean son valores, sino también lo que hacemos con ellas. Mis hijas son valores, no sólo porque existen, sino por la alegría y la conexión que siento cuando juego con ellas, les enseño o simplemente las veo crecer. También valoro salir con mi mujer, recibir ayuda de los entrenadores del gimnasio, charlar con mis amigos, responder a las preguntas de mis alumnos, etc. Para cada persona de mi vida, hay muchas formas en las que interactuamos que son valiosas para mí (y para ellos, que es por lo que interactuamos entre nosotros).


Estas acciones e interacciones no son meras actividades: son manifestaciones de valores más profundos, espirituales o abstractos. Por ejemplo, la amabilidad y la honestidad son valores abstractos, como lo son el amor romántico y la amistad.


Pero aquí está la parte crucial: no puedes valorar realmente estas ideas a menos que des los pasos necesarios para hacerlas realidad. La amistad (espiritual) requiere amigos (materiales) de verdad, y hacer amigos y mantenerlos requiere esfuerzo, comprensión y acciones que fomenten una conexión significativa entre dos personas. Es en las risas compartidas, el apoyo mutuo en los momentos difíciles y la confianza construida a lo largo del tiempo donde el valor abstracto de la amistad tiene una contrapartida concreta en los propios amigos e interacciones.


Es lo que tienes y lo que buscas


La misma idea se aplica incluso si aún no tienes la manifestación concreta del valor. Imagina a una persona que ha descuidado su salud durante años. A los 50 años, come mal, evita el ejercicio y tiene un sobrepeso considerable. Tras una preocupante visita al médico —donde se entera de que su colesterol peligrosamente alto supone un grave riesgo para su vida— decide que es hora de hacer un cambio.


En ese momento, empieza a valorar su salud. Aunque todavía no tiene la manifestación física de la buena salud, da pasos concretos para conseguirla. Se compromete a cambiar su dieta, a dar un paseo diario y a perder peso. Cada comida que elige, cada paso que da y cada kilo que pierde representan su compromiso con este valor. Incluso antes de alcanzar su estado ideal de salud, sus acciones demuestran que persigue activamente este valor y, por así decirlo, lo mantiene vivo.


Cultiva tus valores para alimentar tu vida


Los valores no están literalmente vivos, pero como analogía puedes pensar en ellos así. Cada vez que cultivas un valor (es decir, interactúas con él, lo nutres, lo cuidas, lo mejoras), es como regar una planta. Las plantas necesitan cuidados para crecer, igual que tus valores. Si dejas de proporcionar a la planta el agua adecuada, la luz del sol, etc., empezará a morir.


Lo mismo ocurre con tus valores. Necesitas saber cuáles son los requisitos para alimentar tus valores, de modo que puedas seguir interactuando con ellos para mantenerlos y hacerlos crecer. Si no «riegas» tus valores, empezarán a desintegrarse y, con el tiempo, dejarán de ser importantes para ti y no contribuirán a tu vida. En ese momento, dejan de ser valores.


Lo que valoras determina lo que buscas, lo que aprecias y, en última instancia, quién eres. Comprenderlos y comprometerse con ellos tanto en abstracto como en sus manifestaciones tangibles no es sólo un ejercicio filosófico; es una parte fundamental de una vida plena.


Todas las cosas que valoro son valores para mí porque he reconocido conscientemente su importancia, he actuado para obtenerlas y mantenerlas y aprecio el papel que desempeñan para mejorar mi vida.


Cuando cultivas tus valores, florecen y enriquecen tu existencia con sentido y propósito. Pero, al igual que una planta, requieren atención, esfuerzo y cuidados. Si los descuidas, empezarán a marchitarse, perdiendo su capacidad de contribuir a tu bienestar y felicidad.


La buena noticia es que cada momento ofrece una oportunidad para volver a conectar con tus valores. Al reconocerlos, darles prioridad y actuar en consecuencia, les das vida y, al hacerlo, a ti mismo.

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